viernes, 27 de marzo de 2015

Carta del Señor Obispo de cara a esta Semana Santa



Queridos hermanos y hermanas:
En la Semana Santa vamos a celebrar los misterios que constituyen el centro y el corazón de nuestra fe: la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. La Iglesia nos invita a vivir con Jesús la su entrada en Jerusalén, la última Cena con  sus discípulos, el prendimiento en el Huerto de los Olivos, los amargos dolores de la flagelación y de la coronación de espinas, la subida al Calvario, la soledad y la muerte en cruz y, sobre todo, la alegría luminosa de la resurrección. Son estos los acontecimientos que las procesiones escenifican de una manera tan bella y emotiva en nuestras calles y plazas. Son los acontecimientos que la liturgia actualiza sacramentalmente en los templos.
Por eso, como enseña el concilio Vaticano II, “la liturgia es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (S.C.7). Una recta formación ayudará a que no nos quedemos en la cáscara, olvidando el contenido. Los misterios que celebramos no son, pues, sólo una manifestación folclórico-cultural admirable de algo que pasó. Son, sobre todo, la actualización del misterio de nuestra salvación, acaecido de una vez para siempre y actualizado en la liturgia, para que nos alcance en nuestro hoy su gracia salvadora.

La Semana Santa demanda de nosotros no sólo una implicación externa o de mera curiosidad, como los que se limitaron a ver pasar a Jesús por la Vía Dolorosa o como los que asistieron indiferentes al espectáculo del Calvario. Asistamos, mejor, como las mujeres que lloraban al paso de Jesús o como la Verónica de la tradición que limpió su rostro ensangrentado. Vivamos con hondura suprema la pasión del Jesús como María, como el discípulo Juan, como las santas mujeres que siguieron a Jesús y a su Madre hasta la cima del Calvario y permanecieron valientemente en pie junto a la Cruz Que ellos nos sirvan de estímulo para vivir una inmersión intensa, cálida y comprometida en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. El profeta Isaías nos da una clave del drama de la Pasión: “
Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes... su cicatrices nos curaron
” (cf. Is.52,4-11). Pero la clave fundamental nos la da el evangelista San Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo para que no perezca ninguno” (Jn.3,16)


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Contemplemos sin prisas la cruz del Señor. En su raíz está el amor infinito de nuestro Dios frente al pecado del mundo, que tiene nombres y apellidos: mis pecados y vuestros pecados, los pecados de todas las generaciones que nos han precedido y los de todas aquellas que nos sucederán.
¡Feliz culpa que nos mereció tan gran Redentor!” proclama el pregón pascual. ¡La gracia brilla en medio de la desgracia!


† Ciriaco Benavente Mateos
Obispo de Albacete